Fuente Boletín Argentino.
Si bien nunca desapareció del todo, en los últimos meses volvió con fuerza el trueque. Como consecuencia de la crisis económica mundial que impacta en la Argentina, las ferias de canje de productos triplicaron sus concurrentes.
Pero la novedad es que ya no se trata de una alternativa para particulares: pequeñas pymes y cooperativas también lo utilizan como una estrategia de supervivencia.
En los últimos meses, las ferias dejaron de ser patrimonio de las clases bajas. En sus pasillos se cruzan sectores medios que nunca se recuperaron por completo desde 2001 junto a la señora paqueta que regatea por una cartera de cuero. Es la esencia integradora del trueque que, una vez más, abre sus puertas a todos los estratos sociales.
Así sucede en la localidad mendocina de Colonia Bombal, donde largas filas de caballetes y tablas sobre neumáticos viejos dan forma al shopping alternativo de verdeo, ropajes y envasados. Allí los comerciantes eligieron a Ana Vanrell como presidenta de un mercado cooperativo que nuclea a artesanos, quinteros y verduleros de la zona que intercambian, jueves y sábados, los remanentes de la semana.
“El trueque es la mejor alternativa para enfrentar la crisis. La gente nos ayuda a que el producto no quede en la tierra y, al mismo tiempo, se lleva comida imposible de comprar en el barrio”, explica Vanrell.
Este nodo, el único que funciona en el Gran Mendoza, nació hace cinco años y registra desde hace meses hasta mil visitantes por semana. Y cada vez llegan nuevas personas, como Yolanda Villegas, quien reunió a un grupo de vecinas para alquilar un rastrojero que las traslada desde El Challao, en Las Heras, hasta Colonia Bombal. Es notable su pericia para gambetear entre las mesas, vendiendo pulóveres y pantalones viejos a cambio de frutas y mermeladas que embolsa. Todos parecen una gran familia.
Pero el canje también se volvió una opción para pequeñas pymes cordobesas desde fines de 2002 cuando un reducido grupo de emprendedores formó un club de intercambio corporativo para escaparle a la crisis.
“Cada uno puso a disposición del grupo un monto de dinero en mercadería, y a partir de allí comenzamos con las transacciones sin dinero de por medio”, recuerda Gustavo Vaira, titular de Canje Amigo, el mayor club del trueque empresario del país con más de 700 firmas de los más variados rubros. Allí la mecánica es la misma pero con otro nivel de canjes: cada asociado compra lo que necesita pagando con lo que produce su fábrica. “Ayudamos a que las empresas compensen la caída en sus ventas y puedan cobrar sus acreencias invitando a sus deudores a sumarse al sistema de canje. En este 2009, cuando el mundo entero está en crisis, Canje Amigo será un boom”, remata Vaira. El santo del canje. En un galpón de General Rodríguez, en el oeste del Gran Buenos Aires, funciona la sede del Club del Trueque de San Expedito. Fiel a las potestades que se atribuyen al santo, quienes se arriman a sus mesas buscan solu-cionar con premura todo aquello que en cualquier comercio podría demorarles meses conseguir. De sólo 30 participantes en agosto de 2008, los fieles que se pasean con billeteras repletas de San Expeditos, la moneda alternativa del nodo, ya superaron el centenar por mes. La oferta es variada e interesante y poco tiene para envidiar a los súper tradicionales: comestibles, libros, bijouterie, zapatos, CDs y DVDs usados, cotillón, artesanías, y hasta un disco rígido de computadora. Conforme avanza la jornada, los “San Expedito” circulan de mano en mano a toda velocidad. Al término del día, el mismo billete pasó de una vendedora de un viejo saco de cuero al fabricante de churros del lugar y de allí al bolsillo de Pedro, un vecino que ofrecía ollas y se llevó un shampoo, yerba, fideos y aceite. “Cada día nos llaman más emprendedores del interior. Muchos fueron anfitriones del Club del Trueque y quieren volver a serlo”, cuenta Rubén Ravera, fundador de la Red Global del Trueque (RGT) que en 1995 inició en el país esta modalidad milenaria de comercio. Las reglas del trueque. En sus años de esplendor, el trueque llegó a sumar 6.000 nodos y más de 2,5 millones de asociados. Pero ahora, en vísperas de su reedición, busca reglas claras y controles que eviten las anomalías que lo llevaron a su ocaso en 2002. Desmasificados, domésticos, y hasta rudimentarios, los nodos se conducen bajo distintas normas de funcionamiento. “Nuestra regla de oro es que la mercadería debe estar en buenas condiciones. Los que nos juntamos en la feria ya nos conocemos, y cada uno de nosotros sabe que el otro no le va a ‘meter el perro’”, manifiesta Nora Alonso, coordinadora del Club del Trueque de Posadas, Misiones.
Según Ravera, la tendencia hoy en día es que los nodos sean reducidos “para evitar las estafas de quienes se amparan en el anonimato”, cuenta.
En el pasado hubo clubes que llegaron a juntar entre 10 mil y 20 mil personas. Los nuevos billetes de la RGT ya no se llaman créditos sino trueques y son oxidables, o sea que tienen fecha de vencimiento y se les aplica una tasa de interés del 12 por ciento anual para evitar la especulación. El trueque de Venado Tuerto se maneja con ese sistema desde sus inicios en 1999 y es uno de los pocos clubes que se proclama libre de falsificaciones e hiperinflación. Por experiencias pasadas, los argentinos aprendieron que ante la adversidad hay opciones a las que se puede apelar. En esta oportunidad, tal vez, ya tienen una receta propia para paliar la crisis. Lorenzo Zapata
Fuente Boletín Argentino.
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