La ideología detrás del canje
Este resurgir no se da solo en las localidades provinciales. En la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, también está volviendo a cobrar fuerza. Por citar un ejemplo, todos los lunes a la tarde en la Sociedad de Fomento Manuel Belgrano, del barrio de Floresta, el Club de Trueque se pone a funcionar. El grupo pertenece a la Red Global del Trueque, una organización nacida en Argentina que está cumpliendo 24 años de vida.Su existencia tiene un fin completamente ideológico, más allá de los contextos sociales de cada época: "Queremos prosperar sin el uso directo del dinero, con la economía del hombre", explica Horacio Covas, uno de los fundadores. En efecto, sueñan con formar "prosumidores", es decir, personas que produzcan y consuman al mismo tiempo, un término utilizado por el escritor estadounidense Alvin Toffler.
Al margen de sus ideas, bien de izquierda, y algunas de ellas anarquistas, saben que la gente suele acercarse en mayor cantidad cuando la economía funciona mal, como ahora: "Mientras hay devaluación, desempleo y angustia, los clubes de trueque vuelven a transformarse en un elemento pacificador y contenedor de las personas, donde hay herramientas para repensar la economía", subraya. Irma Sofía Mendoza tiene 89 años, y está en el club ofreciendo buñuelos y bocaditos de arroz. Se la ve sonriente, porque ya consiguió una camisa y un saco para su hija. Al intercambio viene hace un año, cuando el contexto conspiró en su contra: "La situación apretó y no dejé que estallara", explica. Aquella señora es jubilada, cobra la pensión mínima e intenta ayudar a familiares propios en condiciones comprometidas: "Antes les compraba cosas, ahora no me alcanza, pero si vengo acá puedo llevarles mercadería sin sacar dinero de mi bolsillo", explica.
Nora, otra "troquera" de unos 60 años que se acercó a este sistema hace un mes, también cuenta que se sumó por el actual momento económico: "La situación está difícil, tenemos que vender sin plata. Estamos privándonos de muchas cosas que antes podíamos comprar, y ahora no", resume. El gran desafío para los organizadores es convencer a los miembros de que utilicen este método como una filosofía de vida, y no solamente cuando las cuentas del país estallan por los aires. Sin embargo, la Red tuvo su punto máximo de popularidad después de la crisis de 2001: "En medio de la hambruna, decidimos abrir las puertas de los clubes a toda la población", recuerda Covas.
Así, de manera directa o indirecta tuvieron alrededor de 7 millones de personas participando, nos dicen, causando el malestar de los partidos políticos tradicionales. De hecho, años atrás recibieron denuncias penales de todo tipo, pero la Justicia acaba de dictar su inocencia, y los organizadores están convencidos de que las causas judiciales, con allanamientos incluidos, fueron armadas para boicotear su proyecto durante la Presidencia de Eduardo Duhalde, en el 2003.
No obstante, en sus tiempos de esplendor el modelo pudo expandirse hacia otros países de la región y Europa. Hoy a nivel local hay cientos de personas activas, y se están abriendo nuevos clubes en diversos puntos de esa nación latinoamericana, mientras la situación social empeora. "La inflación de hoy impide que el dinero alcance para llegar a fin de mes, pero muchos vuelven recordando que cuando participaban de la Red las heladeras siempre las tenían llenas, con la consigna de que en el trueque todo se consigue", sostiene Covas.
En este caso, el trueque no se hace de forma directa, sino que hay una moneda alternativa. Es decir, billetes diseñados especialmente para estos clubes, donde no interviene el sistema financiero ni tampoco el Estado. Aquellos "créditos" solo sirven para ser utilizados en la Red, donde hay que intercambiarlos por productos, generando un círculo virtuoso. En otras palabras, no se acostumbra a ahorrar. De esta forma, garantizan que la gente vuelva, y que nadie atesore los papeles de colores, porque no tendrían ninguna utilidad en el mercado tradicional.Así, mientras algunos clubes dan billetes gratis a sus miembros, otros cobran el acceso. En aquella sociedad de fomento de la capital el puntapié inicial vale 400 pesos (nueve dólares), en forma de créditos, que se mantienen siempre en el circuito, al menos hasta que el sistema deje de funcionar.
Al mal tiempo, buena cara
Muchas veces las malas condiciones económicas afectan también las relaciones sociales. ¿Quién no ha discutido alguna vez con un ser querido por plata? Más aún en aquellos sectores sociales que empeoraron su calidad alimenticia. No obstante, mientras parece que la situación de muchos argentinos no podría empeorar más, en estas ferias de trueque se vive un extraño clima de alegría. Risas, bromas, abrazos, palmadas en el hombro, consejos y mates que se pasan de mano en mano, brindan un escenario de compañerismo que difícilmente se vea en los barrios privados más exclusivos del país.Ellos, los que tienen que cambiar objetos materiales por alimentos u otros artículos de utilidad variada, y no encuentran otra salida, evitan sumarle depresión al duro momento que atraviesan, aunque les gustaría intercambiar su difícil presente. "Por un lado tenés la depresión en la calle, y por el otro la felicidad de querer participar del club", compara Covas. El amor no alcanza, pero ayuda. Entre tanto, la deuda externa e interna de Argentina toca cifras siderales: gane quien gane las próximas elecciones de octubre, no se avizora un lecho de rosas.
Algunos resisten como pueden.
Leandro Lutzky