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Fuente La Nación.
Silvia Pisani Corresponsal en EE.UU.
WASHINGTON.- Algo raro debe de pasar. Porque mientras en la Argentina crece la presión sobre el dólar como valor refugio, en este país, su cuna, aumenta la gente que le escapa e imprime su propia moneda, convencida de que es mejor que el billete verde. Bien porque -desempleo mediante- ese preciado papel se les hace esquivo, bien porque, aun teniéndolo, desconfían de él. Y así como hace pocos años los argentinos padecimos un festival de bonos -desde el patacón hasta el Lecop, pasando por el Lecor y el Cecop, y vaya a saber cuántos más- esta superpotencia que intenta salir de la recesión ve proliferar monedas locales. El fenómeno parece un síntoma de desconfianza popular hacia el dólar y un indicador de la persistencia de problemas en la economía que sigue siendo líder en Occidente. Pero el contraste entre lo ocurrido en la materia en nuestro país y en éste sirve para anotar matices en las características de ambos fenómenos.
"La diferencia entre lo que fueron los bonos en la Argentina y lo que está ocurriendo aquí es que, en el caso de Estados Unidos, las monedas locales son producto de la iniciativa privada, que apela a ellas como mecanismo de defensa frente a un escenario económico adverso. Y lejos están de ser el conejo de la galera de un gobierno provincial para superar problemas de déficit", dijo a LA NACION Mark Goath, economista de la Universidad de Maine, experto en política cambiaria. Se estima que en Estados Unidos hay cerca de una docena de monedas regionales. La mayoría, nacida hace pocos años, al compás de la gestión y del estallido de la peor crisis financiera de las últimas ocho décadas. Entre los casos más conocidos figura el berkshare, una moneda local del pequeño condado de Berkshire, en Massachusetts, que tiene papeles impresos por valor de un total de dos millones y medio de dólares y circula en un millar de negocios locales. Se cambia en una decena de bancos regionales con un beneficio del 5% para quien adquiera los papeles de berkshare que, por cierto, son producidos por una imprenta local que tiene entre sus blasones ser contratista de la Reserva Federal. Se presenta en billetes de 1, 5, 10, 20 y 50 dólares, y lo malo es que no tiene monedas, de modo que el "redondeo" es una amenaza para quien opere con ella. También son populares los ithaca hours, la "cuasimoneda" que -paradójicamente- nació cerca de Wall Street y que hoy prefieren cientos de neoyorquinos para atender sus gastos cotidianos. O los Detroit cheers, fruto de la iniciativa de ciudadanos del conglomerado automotor por excelencia. Y, como tal, castigado por el desempleo industrial. Junto con ellos van los plenties, de Carolina del Norte, papel que, en su impresión, reemplazó el popular In God we trust ("En Dios confiamos") de los dólares, por una leyenda mucho más concreta y próxima: In each other we trust ( "Confiamos el uno en el otro" ), idea que es, después de todo, la esencia de la economía regional que esas monedas expresan. En realidad, en plena crisis económica, lo que parte de esas monedas expresan es un deseo de "compre local", de fomento y promoción a la economía regional, en lugar de perderse en un comercio global. En China no sirve "Lo bueno que el plenty tiene para nosotros es que no lo puedes gastar en China. Sólo vale aquí, en pequeñas localidades de Carolina del Norte. Y en la medida en que ese dinero se quede aquí y circule por aquí, mejor hará a nuestros negocios", explicó a LA NACION Lyle Ellis, empresaria y defensora de la moneda local. La impresión de moneda regional es legal en Estados Unidos, donde el delito sería imprimir dólares, más allá, naturalmente, del desagrado que este fenómeno -aun con su escala- pueda ocasionar en la Reserva Federal cuyo titular, Ben Bernanke, intenta promover en los norteamericanos el ahorro en dólares. "Si yo gasto en plenties, puedo estar tranquila de que mi dinero no irá a parar al bolsillo de ningún ejecutivo de Wall Street, beneficiado con otro bonus de regalo del gobierno federal", añadió Ellis, criticando a los supersueldos que el gobierno de Barack Obama liberó para los ejecutivos, que provocaron la peor crisis en décadas. Es que detrás de las monedas no tradicionales anida una rara mezcla de defensa de lo propio y de enojo con Washington. "Con esto, uno puede ir al mercado regional, donde venden productos que conocemos, en vez de conformarse con lo que le dan en una cadena de supermercados, donde nadie es responsable de nada", dijo uno de los defensores del berkshare. "Es gente que desconfía del dólar, de la deuda de Estados Unidos y de los desmanejos de Washington", conjeturó Goath. Susan Witt, una de las creadoras de la cuasimoneda de Massachusetts, dice estar recibiendo llamadas desde todo el territorio de Estados Unidos, con personas que preguntan lo mismo: cómo emitir su propia moneda en su localidad. Si se le da por atenderlos a todos, quizá Bernanke esté en problemas
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